Devenir histórico de la Minería Mexicana
Por: Lic. Enrique Miranda / Inteligencia Minera
Se tiene noticia que hace 900 años, la población precolombina de México explotaba recursos naturales, en especial oro. Es legendaria la riqueza en oro del Imperio Azteca. Para muchos mexicanos, la historia de la minería es la historia de México. Para los españoles, las riquezas minerales fueron el motor de la conquista de Nueva España. Las ciudades de Durango, Chihuahua, Guanajuato, Monterrey, Pachuca, San Luís Potosí y Zacatecas, capitales de siete estados de la República Mexicana, fueron fundadas y construidas gracias a su riqueza y actividad minera y metalúrgica. De 1534 a 1553, en tan sólo 19 años, los españoles descubrieron y desarrollaron cinco grandes centros mineros: Guanajuato, Real del Monte Pachuca, Taxco, Santa Bárbara y Fresnillo. Sumadas las distancias por vía terrestre a que se encuentran estas ciudades del Distrito Federal, los españoles recorrieron a pie o a caballo, más de 2,600 Km. Para 1775, Guanajuato era la tercera ciudad en importancia en el Nuevo Mundo; Ciudad de México la primera y Lima, Perú, la segunda. En México, se estima que Guanajuato produjo dos tercios de la producción mundial de plata y buena cantidad de oro. Los cinco centros mineros arriba mencionados, después de casi 500 años de explotación, en 2005, aún se encontraban activos y participaron substancialmente en los 103.3 millones de onzas de plata que produjo México en ese año. Fresnillo, como resultado de recientes descubrimientos, se convierte en el más grande y rico depósito de plata del mundo jamás descubierto, tanto en volumen como en la alta ley del mineral. En 2019, la producción de plata en el país fue de 118.8 millones de onzas imponiendo un nuevo récord mundial.
Otra muestra de la importante industria minera de la colonia, son las obras arquitectónicas y las obras de arte financiadas con la riqueza minera. El Palacio de Minería, construido por Manuel Tolsá en la Ciudad de México es uno de esos ejemplos.
Por la guerra de Independencia (1810-1821) y por la inestabilidad política del siglo XIX, la producción minera decayó. Para finales del siglo XIX, principalmente intereses americanos, alemanes, belgas, ingleses y franceses, poseían la casi totalidad de la minería mexicana.
Cabe mencionar, que una de las razones por las que México pierde la Alta California, fue por la riqueza mineral de ésta, descubierta en 1849, dando origen a la famosa y legendaria fiebre del oro.
En 1910 se desata la devastadora revolución mexicana. El crecimiento y desarrollo de México se detiene y con ello el de la minería.
Consolidada la revolución de 1910, cuando sube al poder el presidente Lázaro Cárdenas, se inicia un periodo estatizante de la economía y de expulsión de la inversión extranjera. A la minería se le hostiga, promoviendo principalmente conflictos laborales, utilizando al sector obrero; se pierde riqueza, se pierden empleos. Como consecuencia, no se invierte en minería y se cierran operaciones mineras. La minería entró en una época de franca decadencia.
El exitoso y rápido crecimiento y desarrollo económico de los Estados Unidos de América se refleja en México. Para el inicio de la Segunda Guerra Mundial, durante la misma y posteriormente a ella, las principales operaciones minero- metalúrgicas pasaron a manos norte americanas. Las principales empresas mineras del país eran entre otras, American Metals, Asarco, Anaconda, National Lead, Phelps Dodge y Hearst.
Al participar en la Segunda Guerra Mundial y para beneficio de su complejo industrial bélico, Estados Unidos de Norte América llegó a un acuerdo con México, por el cual el segundo produciría y exportaría al primero, minerales y metales estratégicos a precios prefijados. Aún cuando los precios de los minerales y metales en los mercados mundiales subieron de precio sustancialmente, México honró su compromiso y siguió exportando metales y minerales a precios bajos prefijados.
La Nación Mexicana participó al lado de los Aliados en la Segunda Guerra Mundial. Su capacidad agrícola, industrial y de servicios se utilizaron al máximo. Se desgastaron sus equipos sin ser posible sustituirlos porque simplemente no había tiempo ni equipo disponible.
Al término de la Segunda Guerra Mundial, México se encontró con una consolidada estabilidad política, con probada capacidad agrícola, industrial y de servicios, sustentadas en su crecimiento y desarrollo económico, con posición monetaria favorable, pero especialmente con una fuerte presión demográfica y una indudable determinación de progreso de los mexicanos. Sin embargo, a pesar de su importante cooperación durante la Segunda Guerra Mundial con los Estados Unidos de América y en beneficio de los Aliados, México sufrió una desilusión que fue brusca e hiriente cuando los equipos industriales que necesitaba para renovar los que había gastado durante la guerra, preferentemente fueron destinados a los países europeos, incluyendo Alemania e Italia, Japón y la Unión Soviética. La Nación Mexicana se encontró sola.
México inicia la década de los años 50, con su minería básicamente en manos extranjeras, americanas, inglesas y francesas, tanto en su propiedad, como en su administración y tecnología. La política era la de producir minerales para ser exportados e industrializados fuera de México y en gran parte, fundidos y refinados también en el exterior.
A finales de los años 50, de acuerdo con los objetivos económicos de México, las autoridades sugirieron a las empresas extranjeras que:
- Invitaran a mexicanos a participar en la administración y propiedad de las empresas mineras, y
- Desarrollaran verticalmente la producción minera, al fundir, refinar e industrializar los minerales en México.
Los dueños extranjeros hicieron caso omiso de las sugerencias del Gobierno Mexicano, respaldadas estas sugerencias por muchos mexicanos. Ante esa actitud negativa, las autoridades mexicanas continuaron insistiendo ante la inversión extranjera en minería, en que tenían que tomar en cuenta los objetivos económicos y sociales de México. Llegó el momento en que fue necesario que el Gobierno Mexicano impusiera una nueva política minera motivada por:
- Una frustrante y casi nula participación de los mexicanos en la administración y propiedad de los recursos naturales de su país,
- Una larga y desesperante espera a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial para obtener equipo de reposición para su desgastada industria,
- Una inhabilidad para inducir a los extranjeros a fundir, refinar e industrializar la producción minera en México, y
- Una determinación de México, consecuencia de su gran esfuerzo durante la Segunda Guerra Mundial, en construir una gran nación, comenzando por una independencia geopolítica.
A finales de los 50 y principios de los 60, México reconoce e inicia la implementación de geopolíticas y de soberanía económica estratégica de largo plazo, en cuanto a su industria minera. El gobierno contaba con legitimidad, por lo tanto, con un fuerte apoyo popular para tomar e implementar decisiones definitivas en los ámbitos sociales, económicos y políticos.
Se impusieron altos cargos en impuestos superficiales, impuestos de producción y de exportación sobre precios oficiales que las autoridades establecían, llegando a ser gravámenes hasta de un 33% superior al valor oficial del metal. El gobierno había decidido implementar de manera unilateral, lo que había pedido e insistido que hiciera la inversión privada extranjera que dominaba la industria minera del país.
Aún así, la inversión extranjera ignoró los objetivos económicos y sociales de México. No se invitó a capital mexicano a participar en la propiedad de las empresas mineras. Tampoco permitió a mexicanos participar en la dirección y administración de las empresas minero metalúrgicas en la medida de sus capacidades. Ingenieros de minas y geólogos mexicanos, salieron del país para prestar sus servicios en altos cargos de decisión o ejecución en sus respectivas especialidades en otras tierras.
El presidente Adolfo López Mateos, desde que se hizo cargo de la presidencia el 1 de diciembre de 1958, encaró la realidad minera mexicana de aquel entonces. Incorporando consultas con los diversos sectores económicos, políticos y sociales del país, realizó un profundo estudio de la situación minera, mismo que, mediante las siguientes alternativas, lo llevó a obtener, el desarrollo requerido:
- La apertura de las puertas a nueva inversión extranjera y promover la minería existente,
- La estatización de la industria por parte del Estado Mexicano, y
- Lograr un desarrollo mediante la mexicanización de la industria por vía de reformas legales.
Como antecedente de especial importancia histórica, debe tenerse en cuenta la expropiación de la industria petrolera, llevada a cabo el 18 de marzo de 1938 por el presidente Lázaro Cárdenas, ante la rebeldía de las empresas petroleras extranjeras a un laudo de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje.
El presidente López Mateos tomó la trascendente decisión de optar por la mexicanización, camino de un alto costo a corto plazo, pero que a largo plazo debía satisfacer los fines sociales, políticos y económicos que la época demandaba.
El 5 de febrero de 1961, fue promulgada una nueva Ley Reglamentaria del Artículo 27 Constitucional en Materia Minera. Esta ley cambió la vida de las concesiones mineras, antes ad-perpetua, por concesiones que caducarían a los 25 años de la promulgación de la ley, salvo que la propiedad de cuando menos el 51% de las acciones de las empresas hubieren pasado a manos mexicanas. En algunos casos especiales, se requería que el 66% pasara a manos mexicanas. Al quedar el control accionario en manos mexicanas, las concesiones se extenderían automáticamente. No tan sólo se estableció dicha limitación, sino que también se idearon instrumentos promotores de tipo fiscal, que reducían los impuestos directos de producción y exportación al quedar mayoritariamente las empresas en manos mexicanas que invirtieran en exploración y activos fijos.
Esta ley cumplió con su objetivo; para principio de los años 70, la minería mexicana había pasado a ser propiedad de mexicanos, era dirigida por ellos y su producción contribuyó considerablemente al desarrollo económico que el país requería. Es necesario reconocer que los objetivos sociales no se cumplieron del todo y surgieron otras deformaciones en el desarrollo económico y social que se manifiestan patentemente entre el final del 2º milenio y los primeros años del nuevo milenio.
La Administración del presidente Salinas reconoce la globalización de las economías y muy especialmente, la mundialización de la industria minería, ve la necesidad urgente de nuevos depósitos mineros, de capital y de tecnología para el desarrollo minero. Se decide una nueva política minera, consistente en la apertura y la competencia.
En vísperas a la firma del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica, en septiembre de 1992 se publica una nueva ley minera. Esta ley ya no impone límite alguno en cuanto a la nacionalidad de la inversión minera y como consecuencia, se apunta hacia México el capital de riesgo en exploración y de desarrollos mineros, junto con la más avanzada tecnología minera.
Transcurridos 20 años (1992 a 2012), de su promulgación, los resultados de esta nueva ley son un buen número de descubrimientos, varios de ellos de calidad mundial, cientos de proyectos de exploración, decenas de nuevas minas y un sustancioso aumento en los volúmenes de producción minera.
La entrada en operación en marzo de 2010 de la mina Peñasquito en Zacatecas, representa un parteaguas para la minería mexicana. Esta operación, más las minas Los Filos, San Dimas y El Sauzal, colocan a Goldcorp, Inc., su propietaria, como el segundo productor minero de mayor importancia del país. Goldcorp nace como empresa minera-junior y crece en México adquiriendo y fusionando empresas mineras junior canadienses y de mexicanos.
Fue alentador y esperanzador que prestigiadas instituciones en el tema minero a nivel internacional consideren al territorio mexicano con un alto potencial geológico, y a la vez, que haya espacio para que continúen dándose descubrimientos mineros en el 12% del territorio nacional que está concesionado y el (6%) asignado al Servicio Geológico Mexicano, para efectos de exploración y explotación minera, como también es posible que se genere éxito minero en buena parte del territorio que aún no se ha concesionado o asignado.
El crecimiento minero que México registró, fue producto de la riqueza geológica del territorio nacional que la naturaleza le brindó, de la legislación minera mexicana, el estado de derecho prevaleciente, de las políticas gubernamentales que los mexicanos han sabido darse, de empresas junior y de grandes empresas mineras que hace pocos años eran empresas-junior y de sus sociedades de origen. Las sociedades de otras naciones están desarrollando a la minería mexicana. Nacionales mexicanos con el apoyo de esas sociedades han tenido éxito minero en México.
De 2003 a 2012, se vivió una década de altos precios de las materias primas en general, incluyendo a los minerales y metales. Se da la ecuación perfecta para potencializar la industria minera de México: Una fuente eficiente de financiamiento extranjero de capital de riesgo y un enorme potencial geológico minero, territorio virgen para explorar.
La administración Peñanietista se cautivó con la idea de gravar los ingresos por venta de materias primas con un alto impuesto de producción o venta, justo cuando el ciclo de precios altos de las materias llegaba a su fin y se derrumbaban. Además, en esta administración se produjeron conflictos inter – sindicales y confrontaciones con las comunidades agrarias. Aunado a lo anterior, la debilidad de un estado de derecho y dificultades ante el Sistema de Administración Tributaria, se impuso la no deducibilidad inmediata del gasto de exploración. La valuación de México como jurisdicción favorable para minería se vio negativamente afectada por las políticas gubernamentales, los niveles de inseguridad física y jurídica, una normatividad ambiental muy rígida, dando lugar a una menor inversión y al encarecimiento del capital de riesgo destinado a la minería mexicana.
A la fecha, 2020, en la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador, no se han otorgado nuevas concesiones mineras, en adición al 11 % del territorio nacional ya otorgado. Por otro lado, se ha dificultado la tramitación gubernamental para la obtención de permisos, dilatando o negando su resolución y por lo tanto, encareciendo las inversiones y costos de producción. De igual manera la seguridad de las unidades mineras se ha deteriorado sufriendo continuos secuestros del personal y robo de producciones y materiales, como también pago de derechos de piso al crimen organizado. En particular, se está experimentando una fuerte confrontación fiscal para obtener devoluciones de impuestos conforme a derecho y referente a modelos internacionales de financiamiento ad hoc para la minería, llegando ya estas confrontaciones ante cortes internacionales.
Cabe mencionar que la inversión extranjera en minería ha dado lugar al aumento de producciones, que en los 40 años anteriores a 1992 se habían mantenido estancadas. Pero quizá lo mas significativo fue el considerable aumento remunerativo a los profesionales de las Ciencias de la Tierra y el desarrollo del emergente sector de los proveedores de bienes y servicios mexicanos. Aún más significativo, es que un sinnúmero de profesionales mexicanos aprendieron nuevas tecnologías para la exploración geológica, de diseño y construcción de minas, de minado, de proceso metalúrgico, operación de plantas metalúrgicas, de producción, comercialización de las producciones y nuevos e ingeniosos sistemas de financiamiento para la industria minera. Ahora, los profesionales de las Ciencias de la Tierra ya saben dónde adquirir y cómo implementar tecnologías avanzadas de minería. Ha habido un cambio de actitud de los mineros mexicanos de ser receptores de instrucciones, sin cuestionamiento de las mismas disposiciones, a ser profesionales con iniciativa y toma de decisiones, y empresarios mineros de bienes y servicios, consultores y líderes dentro de la industria.
Al estar siendo hostigada la minería (2019-2020), se ha dejado de explorar, de descubrir nuevos yacimientos, construir nuevas minas y suministrar materias primas al complejo industrial mexicano o intercambiar la materia prima por productos más elaborados, lo cual resulta más económico que realizar costosos procesos de transformación en fundiciones y refinerías que requieren altas inversiones con bajos retornos sobre inversión, en un mundo donde existe capacidad de transformación sobrada. Las universidades de Ciencias de la Tierra disminuirán su población estudiantil al haber poca demanda de profesionales en la materia y los nuevos graduados tendrán pocas oportunidades de trabajo bien remunerado en el país y algunos de los profesionales actualmente activos, se verán forzados a emigrar a otras industrias.