Ideas locas y fracasos
Por: Juan Manuel González C.
En 1914, el parlamento británico ofreció un premio de 20 mil libras a la primera persona que descubriera como medir la longitud en el mar. Ya que los ingleses tuvieron éxito con ese premio, otros países lanzaron sus propios premios para resolver problemas específicos.
Napoleón ofreció, en 1795, un premio de 12 mil francos a quien descubriera un método para preservar los alimentos y, permitir de este modo, que el ejército pudiera alimentarse durante su camino hacia Rusia. En 1810, casi 15 años después, el chef parisino Nicolas Appert ganó el premio. Inventó el método de envases sellados que aun se usa en la actualidad. Con los premios, la innovación se multiplica en Europa y en los Estados Unidos con mucho éxito.
Un estudio de McKinsey &Company -empresa consultora de negocios global-, dice que “Los premios pueden ser el acicate para producir soluciones revolucionarias, durante siglos han sido un instrumento clave usado por soberanos, instituciones reales y filántropos privados que buscan solucionar urgentes problemas sociales y desafíos técnicos de sus culturas”. Los premios son fundamentales para promover la idea en la sociedad de que algo que se considera imposible, puede de hecho, convertirse en realidad. En los países más desarrollados, además de los premios, se fomenta en la educación la innovación, ser el primero en inventar o desarrollar algo, e incluso, se fomenta replicar la innovación y mejorarla, partiendo de algo ya hecho por primera vez en alguna parte del mundo.
Con el párrafo anterior, me viene a la mente un letrero escrito en una hoja blanca tamaño carta, colocada en la ventanilla de devolución de documentos, una vez pagada una infracción de tránsito, en las oficinas del palacio municipal de Torreón. Ese letrero lo vi por primera vez hace dos meses aproximadamente, pero luego lo quitaron. El sábado pasado fui a dichas oficinas y me percaté de que lo colocaron de nuevo. Dice lo siguiente: Cultura japonesa: si nadie lo ha hecho aún, yo puedo ser el primero. Si alguien ya lo hizo por primera vez, yo puedo replicarlo. Mas abajo dice: Cultura mexicana, si nadie lo ha hecho aun por primera vez, ¿por qué tengo que ser yo? Y Si alguien ya lo hizo por primera vez, ¡que lo haga él de nuevo! Esto anterior ¿refleja cultura de innovación? Desafortunadamente esta forma de pensar sigue siendo muy común.
Hasta un día antes de que cualquier invento salga a la luz pública, el invento es sólo una idea loca. Si no fuera una idea loca el día anterior, no sería un gran invento. ¿Hay algún lugar dentro de las empresas mexicanas donde se crean ideas locas? Si no están experimentando con ideas locas, con ideas que pueden fallar, seguirán atascados con pequeños pasos de mejora continua, pero nunca van a inventar algo nuevo. La cerveza enlatada, inicialmente
usaba latas de tres piezas: tapa, cuerpo y fondo, de un espesor grueso. En una empresa regiomontana se les ocurrió la idea loca de la lata de dos piezas: fondo y cuerpo de una sola pieza con troquelado profundo y tapa como segunda pieza de un calibre muy delgado el cual mejoró notablemente la capacidad de transmisión de frio. Después de innumerables fracasos, la idea loca funcionó, hasta la fecha.
En el año 2010, cuando la plataforma submarina Deepwater Horizon de British Petroleum produjo un desastre ecológico en el Golfo de México, nadie creía que podía crearse un mejor sistema para limpiar el petróleo derramado en el mar que el existente. Varias organizaciones se unieron para ofrecer un premio a quien inventara un mejor método. Los resultados de la competencia fueron espectaculares. El equipo ganador cuadruplicó la eficiencia de la tecnología existente.
Si bien no es cierto que los premios no son un sustituto para la investigación básica que necesitan los países para poder inventar nuevos productos o mejorar los existentes, lospremios son una herramienta cada vez más eficaz para despertar el interés por resolver un desafío y para estimular el mayor número de talentos para que lo conviertan en realidad, y crear una cultura de innovación.
Para crear una cultura de innovación se requiere divulgar en la sociedad la idea de que el fracaso es, muchas veces, la antesala del éxito. Mostrarles a los niños, desde muy temprana edad, la historia de los emprendedores más famosos del mundo que se enfrentaron a fracasos rotundos varias veces antes de triunfar, enseñarles que el hecho de que el emprendimiento fracase, no significa que el emprendedor fracasó.
Basta un ejemplo, dos jóvenes de Silicon Valley que crearon WhatsApp. Fracasaron en varios intentos anteriores antes de convertir su idea en éxito. Uno de ellos había buscado empleo en Twitter y lo rechazaron, este joven, fiel al reflejo de la cultura de Silicon Valley, no sólo no había ocultado su fracaso, en su cuenta de Twitter publicó: “Me han rechazado en la sede de Twitter. Esta bien, me habría pasado mucho tiempo yendo y viniendo”. Luego buscó empleo en Facebook y también fue rechazado. Cinco años después, Facebook compró su idea por una suma millonaria. ¿Qué cara habrá puesto la persona de recursos humanos de Facebook cuando cinco años después, Facebook compró WhatsApp?
Es sólo una historia más de los miles de ejemplos de empresas que fracasan varias veces antes de triunfar. Por cierto, muchos sabemos que Thomas Alva Edison, el inventor del foco eléctrico hizo más de mil intentos fallidos antes de lograr producir una lampara eléctrica.
Henry Ford llamó a su automóvil Ford T, porque había empezado con el Ford A y había fracasado en todos sus intentos hasta llegar a la letra T. Ford decía que lo importante era asumir riesgos y hacer cosas audaces, aunque muchos juzguen eso como ideas locas.
Definitivamente, la tercera no es la vencida.
Fuente de referencia: Andrés Oppenheimer, Crear o morir.